Muchas veces los amigurumis no vuelven.
Se quedan a dormir un día con ellas y otro, y otro, y otro más...
Federico no volvió. A pesar de su "rascador" aspecto supo ganarse el corazón de las dos.
Se mudó con Rocío y fue un gato feliz, rústico y feliz.
Entonces llegó ella.
Suave, blandita, con ojos de gato, bigotes de gato, lana de alpaca peluda que bien podría ser de gato... Por fin, encontré el toque perfecto que le faltaba a Federico.
Y la llamaron Ágatha.
Y duró en el taller lo que dura el chocolate en la cocina.
Me temo que yo no soy quien para separarlos...
-Fin-
¿Y te extraña que tus hijas hagan esas cosas?... vamos, que si pudiera, ¡yo haría lo mismo! :D
ResponderEliminarjajajaja No me extraña pero es que no me quieren dejar ni uno! XDD Y sí, yo también haría lo mismo!
Eliminarjajaja si es que no me extraña! Ágata es monísima! Un beso!
ResponderEliminarGracias!!!
EliminarNo me extraña que las nenas los adoptasen!! yo haría lo mismo teniéndolos tan a mano!! ;)
ResponderEliminarjejeje Es difícil resistirse teniéndolos en casa, lo admito ^^
Eliminarvraiment adorable c' est trés sympa belle réalisation bravo a bientôàt via nos blogs biz
ResponderEliminarSon ideales...
ResponderEliminarPonen cara de "llévame contigo" así que inevitable descubrirlos y no adoptarlos.
Besos.
Ahhh!!! adorables ♥
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